Hora
de la salida, el niño se ha portado mal. Golpeó a otro compañero y no da
señales de arrepentimiento, todo lo contrario. La maestra debe explicar a la
mamá los acontecimientos. En la mayoría de los casos la mamá ve iniciar una
guerra, porque lo que sigue es encontrar los motivos de la oportunidad que el
niño tuvo para agredir. Dónde estaba la
maestra, no tiene experiencia, es muy blandita, no tiene autoridad, es culpa
del otro niño, de los padres del otro niño, o a lo mejor otro niño lo obligó y
muchos otros motivos que ponen a la maestra y a los demás a justificarse, a
defenderse o a desviar la atención de lo que está pasando: mi hijo es agresor.
La maestra y la escuela están obligados a demostrar que están calificados, que
se trata con respeto e igualdad, que importa lo que ambos niños están
sintiendo. Que está haciendo algo. Porque el resto de los padres también
quieren saber qué se está haciendo. Y después de tanta defensa, descalificación
y agresión el motivo primero se pierde de vista y la alianza padres- escuela jamás se gesta.
Hay
muchas cosas que motivan el mal comportamiento de los hijos, a veces ni
siquiera tiene que ver con la falta de amor de los padres. La sobreexposición a
los videojuegos estresantes (ya no hablaremos de los sangrientos y violentos)
solita explica la conducta de agresión, la competencia y el humillar para ganar
que se manifiesta en la escuela. La escuela y los padres deben resolver y
cambiar la actitud de los niños que agreden y de los agredidos, deben
intentarlo hasta que cambie, o hasta que cambiar de escuela sea una solución y
no el castigo. Pero no es una
guerra, es una oportunidad para aprender
por inmersión. Cuidando los límites, educando en las respuestas adecuadas para
esas reacciones, aprender cómo reaccionar cuando estás expuesto, mostrando respeto para los esfuerzos de la maestra, la escuela,
como aliados, sin juicios y con el compromiso muy grande de hacer lo necesario
hasta que el problema desaparezca.
Nuestro sistema de vida parece estar organizado para aniquilarnos, descuidarnos, cada vez hay menos
oportunidades de sentir alegría y paz. Nuestros niños, creo que muchos no saben
que es tener paz. Muchos no descansan o lo contrario, jamás necesitan
esforzarse, ni trabajar por nada. Y nos
hace falta aliarnos para encontrar la manera de resolverlo. Una alianza respetuosa.
Atte.
La directora
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